Se detuvo la carrera
Estaba tan cansada, que sentía que se me iba a salir el corazón por la boca. El sudor caía en gotas grandes, bañándome la cara. Sabía que si me detenía, me atraparían. Así que seguí corriendo. Corrí con todas las fuerzas que me quedaban en mi cuerpo. Sentía entumecidas las piernas, como si funcionaran por cuenta propia, como si mi cerebro me hubiese parado de dar instrucciones pero mi cuerpo se seguía moviendo igualmente. De pronto, como si todo el ruido exterior se hubiese detenido, deje de escucharlo todo, y comencé entonces a escuchar únicamente los rápidos latidos de mi corazón y mi jadeo intentando mantenerme viva. Cuando comencé a sentir que mi cuerpo se daría por vencido, solté toda la fuerza que tenía en el interior, toda la fuerza que había estado guardando en cada músculo de mi cuerpo para seguir corriendo. Y cuando eso sucedió, me doblé el pie derecho y caí de frente en la tierra; alcancé a poner las manos en el suelo, evitando que mi cara diera contra la suel